lunes, 13 de octubre de 2008

Oferta editorial en la Feria del Libro del Pacífico

Este viernes diez de octubre ha empezado sus actividades la Feria del Libro del Pacífico.
Al igual que en los últimos años, con mucho juicio y siempre en el Coliseo Alberto León Betancourt, he estado presente en la oferta editorial en el día de inauguración de la feria; casi en esa compañía, tan agradable por cierto, de tener a mi alrededor cientos de libros que salen despedidos de las cajas y que, con paciencia y con un particular cariño, son acomodados en sus estantes.



Tras pasear por un par de horas por todos los puntos del coliseo, se observa que la oferta de libros no ha ganado ni perdido espacios, presentándose casi las mismas editoriales de los años pasados, dejando a entender que el "nivel de interés" del público ha permanecido estable en los últimos tiempos. Los que, tristemente, tampoco han cambiado, son los precios de la mayoría de los libros de este tipo de festivales culturales; pero, por supuesto, los asistentes podrán encontrar un gran alivio en la proposición especial de obras a diez mil pesos, donde a pesar de su baja tasa, la persona interesada descubrirá seguramente un tesoro difícil de localizar en las librerías generales.



En esta ocasión, tuve la oportunidad de adjudicarme el texto de un autor con gran ingenio: "Las ciudades invisibles" del escritor nacido en Cuba, Ítalo Calvino, lo que terminó siendo una pequeña pero agradable sorpresa ya que no podía encontrar este texto en librerías como la Nacional (donde, a pesar de sus precios elevados, se vierten muchas editoriales) o la Atenas.



En otro lugar del coliseo, una editorial ya había fijado el destino de sus libros colocando en cada uno de estos una etiqueta con dos precios: el precio "original" y, justamente debajo, el precio con "descuento"... sin embargo, en la mayoría de estos textos, el último precio parecía no destacarse por dicha característica pues su valor económico superaba la intención altruista. Es complicado adquirir un libro cuando éste tiene valores de setenta u ochenta mil pesos (¡¡con descuento!!).



Por lo pronto, seguiré deambulando y descubriendo en el Alberto León Betancourt, lugar que parece representarse, en este momento, como un "spa para el espíritu".

lunes, 6 de octubre de 2008

Los nuevos significados en las casualidades


El aeropuerto es uno de aquellos lugares donde llegan muchas personas, sin embargo, es claro que no es un referente para el encuentro, una charla o donde se establezca el concreto enriquecimiento de un diálogo, ya que, para el sujeto común que frecuenta este tipo de lugares, el estar en estos espacios se convierte en un paso sin mucho significado; sólo es un instante más en su vida, el cual “vive” con mucha indiferencia y sin demasiados contratiempos. Es un momento pasajero y fugaz. Tan olvidable como pocos… Pese a este panorama, siempre encuentro un atractivo en los elementos y detalles que conforman el imaginario de lugares como estos. En realidad, la búsqueda de este tipo de elementos parece ser una tarea más fácil que arrancar frutas de un árbol, pero se debe tener en claro qué es lo que se está buscando.



Un aeropuerto, ciertamente, recoge situaciones en donde se hallan la tristeza, la alegría, el llanto y la nostalgia. Y las aprieta para sí. La frecuencia de las llegadas y las despedidas emotivas hacen que los aeropuertos se conviertan en lugares simbólicos, ejemplificándose en un escenario donde diariamente se presentan estos acontecimientos como ceremonias casi paganas. Por supuesto, se descubren diferencias si se comparan el regreso triunfal de los antiguos cazadores a sus asentamientos con la llegada de familiares de un viaje internacional o, la entrañable despedida de un amigo a un país lejano con el rito funerario y solemne de épocas arcaicas. Aquí, además de familiarizarse con los elementos visuales, se intenta que se pueda apropiar de situaciones intangibles con valiosos significados.



En este ejercicio, no se trata de requerir del llanto novelesco de la gente para capturar el tipo de significados que se está buscando. La dificultad (y la riqueza) de este camino consiste en percibir la otra cara de las imágenes… tal vez, observando la nostalgia desde las representaciones de cada persona en silencio admirando el amplio panorama detrás de la barrera de cristal, con dos momentos simultáneos: ventana extensa aquélla que, sin enfrentarse ante una resistencia, es suficiente para que pueda ser definida como una línea divisoria que “separa” a dos personas y, al mismo tiempo, como objeto que existe que es suficiente para ser evidenciado como un obstáculo y que en él se refleje el sentimiento del sujeto.

De todas maneras, esta actividad no pasa de ser una intención por reformular algunos de los significados de estos espacios; el aeropuerto cuenta con esa carga semiológica y, por ende, permite el desarrollo de estas posibilidades.